sábado, 29 de agosto de 2015

De Broken Hill a Canberra


El outback. Foto de internet, Mundi Mundi Plains.
Broken Hill es una ciudad muy peculiar a mas de 1000 km de Sydney, en la zona que se conoce como el Far West. Sí, el lejano oeste. Es una ciudad minera, situada a las puertas del desierto, que fue fundada en 1883 cuando la compañía "Broken Hill" descubrió zinc y cobre en una zona llamada"el filón". Y desde entonces la ciudad ha ido creciendo. Es muy interesante la zona.  Tan diferente a Sydney. Realmente es otro mundo. ¿Qué? ¿Que qué hacía en Broken Hill? Pues trabajar, mapear los servicios de salud mental de esa zona. Por suerte no fui sola: Cailin y José también vinieron. Y, aunque he de reconocer que a priori me daba una pereza tremenda, al final nos lo pasamos bastante bien: vimos emús, canguros, puestas de sol increíbles, paisajes apocalípticos... en fin, el outback (como llaman los australianos al centro-desierto de Australia) en estado puro. Y una semana después fuimos a Canberra. Viaje relámpago para presentar la utilidad de los atlas en una conferencia (atlas es el proyecto que estamos haciendo aquí). Y menos mal que fue corto porque Canberra no me gusta nada.

" The Living Desert and Sculptures", Broken Hill-al atardecer, foto de Cailin
A Broken Hill fuimos del 19 al 21 de Agosto. Volamos en un avión de esos enanos, con solo 30 plazas, que cuando lo ves piensas: "madre mía, no tengo muy claro que esto pueda volar". Es curioso que cuanto más grande es el avión, más segura me sienta, cuando debería ser al revés, no? Pero bueno, tras tres horas de vuelo (incluyendo una parada en Dubbo, en plan autobús, para dejar y recoger pasajeros), llegamos a Broken Hill. Me salto la parte del trabajo y voy directamente al ocio: cuando acabamos las reuniones nos fuimos al " The Living Desert and Sculptures". Primero hicimos una excursión por una zona que han vallado, para evitar que entren los depredadores, y donde se puede pasear entre canguros y emús (aunque no vimos ninguno aquí), disfrutando del paisaje y de la flora de la zona. Además del patrimonio aborígen: hay reproducciones de las cabañas donde vivían y de sus totemes.  Fue precioso...y estresante. Entramos sobre las 4:20, y a las 5:00 cerraban las vallas, así que lo tuvimos que hacer rapidito para evitar quedarnos encerrados toda la noche allí. Además, había carteles que ponía que la valla estaba electrificada así que yo estaba cagada. Tanto, que el ultimo trozo casi lo hice corriendo (y ya sabéis lo poco que me gusta correr a mi). Al final salimos a las 5 y 5 minutos. Y, una de dos, o el cartel era un farol, o dejan unos minutos de margen. Sea lo que sea, me alegro que fuese así. De allí nos fuimos a un montículo donde hay diferentes esculturas y unas vistas que quitan el hipo. La verdad es que sientes la conexión con la naturaleza, es uno de esos sitios mágicos: contemplar el atardecer  sentados en la colina, viendo nada, sólo una amplia llanura y algunas colinas me cargó las pilas. Nos quedamos tan embobados, que al final nos vinieron a buscar los rangers para avisarnos que ya cerraban.

Al día siguiente, después de reuniones varias, nos fuimos a Mundi Mundi Plains, pasando por Silverston. Mundi Mundi Plains es donde empieza una de esas carreteras solitarias que llenan los anuncios y las peliculas (como en Mad Max 2 o Priscilla). Durante más de 150 kilmetros no hay nada. Sólo la carretera y la llanura, con sus emús, canguros, wombats y demás fauna. Hace unos 15 años era puro desierto, pero ahora hay arbustos y esta un poco más verde. Aun así impresiona. Es tan llano y está tan aislado que es de los pocos sitios donde se puede ver la curvatura de la tierra. Dan ganas de coger el coche y hacer millas, a lo Priscilla.No lo hicimos, porque no había tiempo, pero nos fuimos a cenar al Hotel donde pasa una de las escenas míticas de la susodicha película. Ah! Y vimos Emús. Son animales muy muy tímidos que se asustaron y salieron por patas cuando, en un arrebato de emoción, empecé a gritarles " Emús, emús"... y como corren esos bichos!

En el Hotel Palace, escenario de Priscilla; persiguiendo un emú; y con Cailin en el coche viendo atardecer.

El viernes no tuvimos demasiado tiempo de turistear; además teníamos que acabar cosas y nos fuimos a la biblioteca. ¡Qué curioso! Niños aborígenes con su madre mirando youtube muertos de risa; mujeres mayores haciendo ganchillo en una sala anexa; hombres mayores leyendo el periódico con su gorro de cow boy...y nosotros, con todo nuestro estrés contestando emails freneticamente. En fin. Ojalá pudiéramos ir más lentos.

El graffiti de la Embajada de España en Canberra


Y esta semana como ya os he dicho en Canberra; que sigue sin gustarme nada. Aunque se ha de reconocer que hay restaurantes buenos, y obras de arte interesantes. La única anécdota es que conocí al embajador, ya que Luis se reunió con él. Es un señor simpático (claro, no van a poner a un embajador sieso, sería una estupidez) que parece salido de una película de los 80. Antes de irnos fuimos a la embajada española a ver un graffitti que han puesto en una de las paredes. El caso es que la embajada está intentando modernizarse, e ir más allá del Quijote, los molinos y Sancho Panza. Y creo que está bien. Además el graffitti era precioso, ya lo veís. En los ojos de la chica se reflejaba la habitación del artista Parecía que estaba hecho a carboncillo, vamos, precioso.


Y poco más: Jose ya se volvió a España (qué penita, porque ha estado muy bien tener un compañero más)  y le despedimos en Marrickville, en un restaurante mejicano super rico y bien de precio. Marrcikville lo tenemos un poco abanonado, y eso que es un barrio con mucho encanto (una especie de Nou Barris, alejado de la ruta turítica). Nos hemos hecho el propósito de explorarlo un poco más, ya os iré contando. Y este viernes estuvimos cenando con los chicos en Double Bay, en un restaurante japonés un poquito caro, pero rico. No creo que nos vean mucho por Double Bay (a parte de por trabajo). Reconozco que es bonita, pero, madre mía, que repijerío había...


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