sábado, 15 de agosto de 2015

Escapada a Tassie (Tasmania en Australiano)





No, no los hemos visto en vivo...quizás a la próxima!
Hace más o menos 20 días Jordi llegó del trabajo con una sonrisa enorme en la cara. "Ya tengo el horario de los próximos turnos"- me dice. "¿Y?" pregunto yo. "Tengo tres días de fiesta seguidos!". Y empezamos a dar volteretas en el aire y bailar como descosidos. "¿Dónde vamos? ¿Qué hacemos? ¿Uluru?¿NZ? ¿Tasmania?". Empezamos a buscar: el Uluru se descartó rápido- muy caro en esos días; NZ-no, muy poco tiempo... e igual no volvemos; ¿Tasmania? vuelos asequibles, temporada baja, comida rica... venga! pues para Tasmania que nos vamos. Así que pedí los días en el trabajo, y preparamos una escapada de jueves a sábado. Ha sido corto, improvisado, pero muy bonito. Tasmania es muy diferente a lo que hemos visto de Australia hasta el momento. Para que os hagáis una idea, se parece mucho a  Euskadi, pero más, mucho más limpio y salvaje. Y con otra fauna.



Día 1- Jueves 13 de Agosto

Cogimos el avión a las 7:40 en Sydney. Y en poco menos de dos horas nos plantábamos en Hobart, la capital de Tassie. Hacia fresco, pero menos del que nos pensábamos. El aeropuerto es pequeñito, como el de Granada, y nada más bajar se te contagia la calma de los lugareños. No hay prisa, todo pasa lento. Fuimos a recoger el coche que habíamos alquilado y, para no perder la costumbre, el GPS no iba. Por suerte esta vez sólo tuvimos que cambiarlo una vez.  Y ya, con todos los cachibaches listos, empezamos la ruta! oh! Que felicidad, tres días de desconexión, sin emails, sin reuniones, montañeando y comiendo cosas ricas... y así de contentos íbamos en el coche cuando, de repente, escuchamos un coche de policía justo detrás nuestro que nos pide que nos paremos en el arcén. "¿Mande? ¿Por que nos para?" (os juramos que íbamos a ritmo de abuela en el coche contemplando el paisaje). El policía era un tipo gordito y colorado. Bajamos la ventanilla... "Hello?!" dice Jordi con cara de asustado... y el poli, con una gran sonrisa "¿Sabes por qué te he parado?", "No" dice Jordi, y lo dijo de tal manera que el policía se empezó a reír a carcajada limpia (pero no en plan siniestro, si no en plan de buen rollo) "¿No has visto el semáforo en el puente?" - pregunta el poli.  "No... ¿había un semaforo?" y más risas del policia que después de preguntas varias decide que realmente íbamos muy empanados y que no vale la pena ponernos una multa, sólo darnos un aviso. Y después del aviso, y entre risas, nos dejó irnos. Que buen rollo de poli.

Aquí se ve mejor la forma de la bahía, de copa de vino (Wineglass Bay)


Wallaby!!
Después de eso (y de haber perdido una hora entre pitos y flautas) nos fuimos para Wineglass Bay, a unas dos horas y media  hacia el noreste de Hobart. Wineglass Bay estás considerada como una de las 10 playas más bonitas del mundo, y vaya si lo es. Está en el parque nacional de Frecynet y para llegar se ha de hacer una excursión de unas tres horas (ida y vuelta). Nosotros sólo fuimos hasta el mirador (algo más de una hora) porque nos daba un poco de cosa conducir de noche. ¿Por qué? Porque esta lleno de wallabies (canguros pequeñitos) que se cruzan a lo loco por la carretera y no teniamos ganas de tener un accidente homicida. Pero la verdad es que nos hemos quedado con ganas de volver en verano o primavera y bañarnos en esas aguas.




yummy!!!

De vuelta para Hobart paramos en una granja de ostras (a 5 minutos de que cerraran) y nos las comimos en el coche. Aquí las ostras están riquísimas. Aguas frías y poco contaminadas. De hecho dicen que Tasmania es una de las zonas más puras de la Tierra, tanto en el suelo como en el agua. Y eso se nota en el gusto de los alimentos. Jordi probó por primera vez las ostras (antes se había negado en rendondo), y le encantaron (yuhuu!!).





La vuelta fue un poco estresante porque tuvimos que ir con mil ojos por los bichos. De hecho, se nos cruzó un wallaby pero estábamos preparados y no pasó nada (por suerte).  Por la noche estuvimos paseando por Battery Point, la zona antigua de Hobart, que conserva su historia (es la segunda ciudad más antigua de Australia, después de Sydney)  con los edificios de piedra, las casas coloniales, las calles estrechas y Salamanca Place. Y allí, en un pub muy chulo, nos comimos una hamburguesa riquísima con cervezas lugareñas. Ah! ¿os suenan esta coneja y este perro? ¡Son los mismos que van en moto en la placita de Paddington, en Sydney!

Salamanca Place de noche y la coneja!

Día 2 - Viernes 14 de Agosto

Estas forma se conoce como el monumento, parece un rey
El viernes pasamos todo el día en Bruny Island. Nos costó un poco decidirnos: ¿Excursión en lancha por el océano y la posbilidad de ver animales? ¿o pasar el día en Port Arthur viendo una cárcel en ruinas? Sí, vale. Visto así no tiene color. Pero Port Arthur es el sitio por excelencia al que te recomiendan ir. Porque, como nos dijo Cailin,  para los australianos es importante recordar su historia. Y los respetamos. Pero ruinas nosotros en Europa tenemos muchas, y lo que nos gusta es la naturaleza. Así que queda pendiente para cuando volvamos. Para llegar a Bruny Island se ha de coger un ferry en Kettering. Y allí nos recogió el guía de la excursión . Un señor muy simpático y relajado que se pasa el día navegando. En 15 minutos llegas a la isla.  Es del tamaño de Singapur, pero solo viven 600 personas. Y es también tristemente conocida por ser donde nació Truganini, la última aborigen tasmana de pura sangre. La historia europea de Tasmania empieza con un genocidio horrible y salvaje de los aborígenes. De los peores que pasaron en Australia: con guerras, exterminio, y reclusión en campos de concentración. Más historias negras.

El wallaby blanco
Una vez en Bruny Island nos dirigimos a Adventure Bay, desde donde cogimos un barco para hacer una excursión de tres horas por la costa. Los acantilados son rarísimos y hacen unas formas muy curiosas. Hay un montón de cuevas misteriosas, y de recovecos. Nos mojamos con los blow holes (esos agujeron por donde se expulsa el agua-al final de esta entrada hemos puesto un vídeo) y vimos albatros y focas! No tuvimos suerte esta vez y no vimos ni ballenas, ni delfines, ni orcas, ni tiburones...  El guía nos explicó que  dos semanas atrás vieron orcas y que una vez vieron como una orca se comía un delfín ante la cara de pánico de la gente. Qué pena no haber visto eso. Bueno ¡otra vez será! Lo que sí que vimos fue un wallaby blanco. Como en Bruny Island no tienen depredadores se han ido reproduciendo, y se estima que hay unos 200. Y también comimos ostras súper ricas. En una paradita reconocida por ser la única parada de ostras donde las recoges en el coche (como en el McDonald). Y vimos una destilería de whisky, una fabrica de chocolate, granjas de fresas, de cerezas, y queserías (pero aquí no paramos).

Focas, paraditas de ostras, dos muertos de frío y las rocas misteriosas!


Por la noche, de vuelta a Hobart, estuvimos paseando por el centro y el waterfront. Muy bonito todo. Como parado en el tiempo. Para cenar volvimos a Salamanca Place y fuimos a una especie de asador: scallops (como vieiras) gratinadas y solomillo con buen vino tasmano. Rico, rico. Un poco borrachos seguimos paseando por las callejuelas viendo las estrellas.

El Waterfront. Llovía un poco.



Día 3 - Sábado 15 de Agosto

Nos levantamos temprano para aprovechar el día. El avión salía  a las 16:30 y queríamos ver Hobart con la luz del sol. Y que mejor manera de hacerlo que ir al Salamanca Market, un mercado de artesanos y comidas que cada sábado desde los años 70 se establece en Salamanca Place. Es muy bonito ver como el Monte Wellington se alza sobre los edificios viejos. Y más bonito aún si está nevado.

Battery Point de día, con el Mt Wellington al fondo.

Después de pasear por el mercado nos fuimos para el mencionado monte. Las vistas desde la cima son impresionantes. Desde allí mismo salen un montón de excursiones, pero no nos dio tiempo a hacer ninguna. Por suerte, se puede llegar en coche hasta el mirador, aunque estaba cerrado por nieve. De todos modos, pudimos aparcar bastante cerca y pasar un ratito jugando con la nieve tasmana (y ahora, 24 horas después en manga corta en casa porque en Sydney hace mucha caló).


En el Monte Wellngton, con Hobart y la bahía al fondo
Bajando las escaleras

La última parada del viaje fue en el MONA, el museo de Arte Viejo y Nuevo. El lugar en sí ya vale la pena. Además del museo hay una bodega y también una fábrica de cerveza artesana. Y gallos, gallinas y patos que se pasean por ahí. El museo es pequeñito pero muy curioso. Cuando llegas, bajas una escalera de caracol hasta la última planta, donde hay un bar de whisky y la exhibición de Marina Abramovic, una artista serbia que no te deja indiferente.  Algunas obras nos dejaron fríos; no nos decían nada, sobretodo las que no eran interactivas. Pero las que permitían jugar o relacionarse con las obras nos gustaron mucho. Sobretodo a mi, que siempre quiero tocarlo todo. Me lo pasé genial sentandome en las piedras y tumbándome bajo ellas para sentir la energía. Había también una cosa curiosa: como parte de un "experimento" te pedían si querías entrar en una sala insonorizada, con unos cascos, y contar granos de arroz y de lentejas. Te daban una bata, unos cascos, y entrabas en una sala oscura con una mesa muy grande donde gente contaba los granos de arroz. Cinco minutos duramos. Al principio fue relajante pero al cabo de tres minutos estaba muy aburrida, y tanto silencio me distraía. Era como estar en una de esas novelas que describen regímenes totalitarios, con apuntes de ciencia ficción. Interesante, pero por suerte para nosotros, finito.

Mirando "The Snake"
Después de ver lo de Abramovic seguimos por las otras plantas: tienen sarcófagos egipcios, y obras de artistas modernos. Nos gustó mucho una que se llamaba "The Snake" (de Sydney Nolan)  y otra que era una cabeza muy grande con agujeros. Cuando mirabas por ellos era como observar un cerebro: con conexiones eléctricas, e imágenes. A mi me fascinó una que era un poco macabra, de una artista que se llama Tessa Farmer, donde se podian ver "esqueletos de hadas" (si os interesa, clickar en el nombre). En poco más de una hora y media ya lo teníamos visto, que anem per feina y nos fuimos a comer, que es lo que de verdad nos gusta. Fuimos a un bar de vinos, dentro del recinto del MONA. Queso rico, vino delicioso y una pizza sorprendentemente buena.  Y con la barriga llena y un poco de pereza nos volvimos para Sydney, a seguir con la rutina.

A ver cuando volvemos a enlazar tres días de fiesta....




























 

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